En la coyuntura actual de la sociedad, tras la crisis económica y social acaecida en los últimos años, la conservación de patrimonio requiere el planteamiento de estrategias globales y sostenibles. Es en este contexto que los procesos de conservación preventiva adquieren todo su sentido, ya que priorizan una gestión general de las colecciones patrimoniales.
Siguiendo en cierto modo este cambio de mentalidad, hemos asistido en el s. XXI a la eclosión de depósitos de colecciones patrimoniales externos. Estos centros, habitualmente alejados de los museos o lugares de exposición, aglutinan tanto salas de almacenaje como servicios necesarios para el ingreso y conservación de los objetos, facilitando las operaciones y optimizando su eficacia y eficiencia, tal y como veremos en el desarrollo del texto.
Los espacios opacos, las colecciones estáticas, olvidadas y cerradas, guardadas celosamente y casi en secreto, dan paso a centros funcionales, modernos, tecnológicamente avanzados y sobre todo dinámicos, que velan por la sostenibilidad y accesibilidad. Dentro de este grupo de instalaciones, aquellas que comparten el espacio y albergan colecciones de diferentes museos e incluso de diferente titularidad, suponen un paso adelante en la racionalización del uso de recursos que en su gran mayoría provienen de las administraciones públicas.
En este artículo se analizan cinco Centros de Conservación o Centros de Colecciones patrimoniales creados en las dos últimas décadas. Examinamos sus principales características y particularidades, el grado de confluencia de sus instalaciones, equipos y colecciones, así como sus diferentes apuestas o actitudes a la hora de encarar la sostenibilidad dentro del mundo de la conservación.